miércoles, 28 de noviembre de 2007

Viajes de historias, historias de viajes: Nuevo Destino


Su avión salía a las 08.20 de la mañana.

La noche anterior había preparado ya sus maletas, y realizado un par de llamadas.

Había llegado a Madrid hacía una semana, el tiempo justo de preparar unos papeles, hacer las visitas de cortesía a familiares y amigos, preparar con su jefe la nueva tarea, y marcar los objetivos de la editorial. En algo más de seis meses conseguiría volver a la capital de España, con unos cuantos escritores noveles, y menos tiempo para ella misma en sus bolsillos.

Aún recordaba lo feliz que fue cuando consiguió ese trabajo en la editorial. Por aquel entonces, no veía más que ventajas. Relacionarse con gente, hablar de libros, tramas e intrigas, y conocer mundo. Por aquel entonces, ella estaba dispuesta a comerse el mundo, era joven y recién licenciada, y quería demostrar todo lo que sabía en el ámbito cultural. Idiomas no le faltaban para relacionarse con la gente, tenía un saco entero lleno de ganas de triunfar, y un gran proyecto personal en su maletín.
Disponía de tiempo, no había ninguna obligación que la atara a la capital, y así comenzó en la editorial.
Sus primeros viajes fueron dentro de España, y con su jefe de acompañante. Le tenía que enseñar cómo negociar con los futuros escritores y los distintos trucos de su oficio.
En pocos meses, se había convertido en una crítico reconocida por varias publicaciones, amable y justa, decían de ella que sabía tratar bien a los escritores noveles, y que no les lanzaba a la fama para una primera novela, sino que les seguía de cerca para ayudarles en sus trayectorias. Ella no seguía la regla de “ayuda para el primer libro, el segundo que lo trabajen”, sino que estaba siempre presente en todo aquello que pudieran necesitar esos nuevos escritores.

El destino que le habían asignado en su empresa esta vez, era Lisboa, no tan lejos como la última vez, ni tan cerca como ella hubiera querido. Pero podría disfrutar del mar y de la amabilidad de los portugueses en esa calurosa época del año.

Llamó a un taxi, colocó sus dos maletas rojas en la entrada, y se fue a despedir de su gato siamés de ojos azules y expresivos,
-“Esta vez no puedes venirte conmigo.”

El maullido que dio fue el indicativo que había comprendido, aceptó la caricia de su dueña, y se fue al sofá.

Ella, cogió las maletas, y bajó al portal, donde el taxi la estaba esperando ya, y tomó rumbo al aeropuerto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Intensas palabras, como no, como tu.